MONFRAGÜE Y EL ÁGUILA IMPERIAL IBÉRICA
El 1 de mayo de 2019, un día soleado de primavera, pusimos rumbo al Parque Nacional de Monfragüe (Cáceres) por la A-5 en sentido Navalmoral de la Mata, a cuya altura nos desviamos por la autovía EX-A1 en sentido Plasencia, y enlazamos, poco antes del río Tiétar, con la carretera secundaria CC-389 que nos conduce a Villarreal de San Carlos y Parque de Monfragüe. Las dehesas de encinas y alcornoques hacen su aparición a ambos lados de la vía, también la vegetación de ribera con sus frondosas fresnedas. Tras una veintena de kilómetros aproximadamente, realizamos una primera parada en el mirador de La Portilla del Tiétar, donde esperamos ver en el roquedo aves tan apreciadas como el águila imperial, el búho real y la cigüeña negra, entre otras varias. Equipados con prismáticos y telescopios, nos colocamos en posición en el mirador, donde otros muchos apasionados de la ornitología se encontraban apostados, y empezamos a otear la escarpada pared rocosa de La Portilla, al poco tiempo, escuché una voz que decía "lo tengo".
Efectivamente, allí en lo más alto del cantil, se alzaba majestuosa en su atalaya el águila imperial ibérica, enfoqué lo mejor que pude y traté durante varias intentonas obtener una foto con la cámara del móvil, no sin poco esfuerzo; pero me resultó muy emocionante.
Otro compañero también avistó a su pareja en la rama seca de una encina próxima, situada cerca de la cresta, tomando una foto cuando abría las alas dispuesta a despegar, la blancura de los flancos de sus alas se aprecian claramente (foto cedida). Mientras contemplábamos extasiados a la joya del Parque levantar el vuelo y sobrevolar en círculo, asistimos incrédulos a un episodio que jamás había visto, de repente el águila se descuelga en picado cayendo sobre el dorso de un buitre leonado, golpeándole con sus garras para alejarle del lugar, como marcando su territorio, una especie de advertencia aclaratoria de que ella era la reina. Todos los presentes quedamos boquiabiertos, esto sin más nos hacía sentir que había merecido la pena la visita, pues fuimos unos afortunados. Proseguimos con los avistamientos y enfocamos a una pareja de buitres leonados en el posadero donde nidifican; pero no era eso lo que buscábamos en esta ocasión, nuestro objetivo era el búho real, muy difícil de avistar, pues se mimetiza perfectamente con el color de la roca, dado que años atrás sí tuvimos la fortuna de verle sobre una repisa en este mismo lugar; sin embargo, pese al tiempo dedicado en el empeño no lo conseguimos, tal vez haya abandonado La Portilla. A pesar de ello, otra sorpresa nos deparaba el avistamiento, aplastada en su nido encontramos a la Cigüeña Negra, con su largo pico rojo y las irisaciones verdes de las plumas del cuello sobre el negro azabache del resto del cuerpo.
Efectivamente, allí en lo más alto del cantil, se alzaba majestuosa en su atalaya el águila imperial ibérica, enfoqué lo mejor que pude y traté durante varias intentonas obtener una foto con la cámara del móvil, no sin poco esfuerzo; pero me resultó muy emocionante.
Otro compañero también avistó a su pareja en la rama seca de una encina próxima, situada cerca de la cresta, tomando una foto cuando abría las alas dispuesta a despegar, la blancura de los flancos de sus alas se aprecian claramente (foto cedida). Mientras contemplábamos extasiados a la joya del Parque levantar el vuelo y sobrevolar en círculo, asistimos incrédulos a un episodio que jamás había visto, de repente el águila se descuelga en picado cayendo sobre el dorso de un buitre leonado, golpeándole con sus garras para alejarle del lugar, como marcando su territorio, una especie de advertencia aclaratoria de que ella era la reina. Todos los presentes quedamos boquiabiertos, esto sin más nos hacía sentir que había merecido la pena la visita, pues fuimos unos afortunados. Proseguimos con los avistamientos y enfocamos a una pareja de buitres leonados en el posadero donde nidifican; pero no era eso lo que buscábamos en esta ocasión, nuestro objetivo era el búho real, muy difícil de avistar, pues se mimetiza perfectamente con el color de la roca, dado que años atrás sí tuvimos la fortuna de verle sobre una repisa en este mismo lugar; sin embargo, pese al tiempo dedicado en el empeño no lo conseguimos, tal vez haya abandonado La Portilla. A pesar de ello, otra sorpresa nos deparaba el avistamiento, aplastada en su nido encontramos a la Cigüeña Negra, con su largo pico rojo y las irisaciones verdes de las plumas del cuello sobre el negro azabache del resto del cuerpo.




Desistimos de subir al castillo, pues el sol apretaba y no veíamos al microbus que te lleva a pie de escalera; pero merece la pena por la vista panorámica que ofrece de la confluencia de los ríos Tajo y Tiétar entre las cadenas montañosas, así como el observatorio que ofrece de rapaces surcando el cielo.


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