miércoles, 24 de abril de 2019

LA HABANA


LA HABANA

Desde hace muchos años tenía la ilusión de visitar Cuba, y tras mi jubilación se presentó la oportunidad y no la dejé escapar; así que acompañado por mi pareja, el 11 de abril de 2019 partimos en avión con rumbo a La Habana. La primera sorpresa llegó de la mano del comandante de vuelo, quien muy amable nos invitó a visitar la cabina del piloto, para mí fue muy emocionante, en ella pude contemplar cantidad de monitores, botones, interruptores, mandos, paneles con multitud de teclas y luces del sistema electrónico de navegación,etc.
Acomodado en el asiento, en el despegue se divisaban las crestas de las sierras del Macizo Central nevadas, también a vista de pájaro una masa de agua azul embalsada en medio de la llanura con terrenos teñidos de verdes y ocres. Como el trayecto era muy largo, aproveché, mientras cruzábamos el Atlántico, para leer algo sobre Cuba y ver una película en la pantalla situada en el respaldo del asiento delantero, y que junto a algunas cabezadas intercaladas entre merienda y cena, hizo la ruta de 9 horas más llevadera. Tras el aterrizaje en La Habana, hubo que esperar hora y media en trámites burocráticos, recogida de maletas y cambio de moneda (de Euros a CUC, casi equivalentes, moneda para turistas; pues la moneda CUP es para los cubanos y tiene menos valor);  en la salida nos esperaba el taxista contratado, y al llegar al auto, cuando le avistamos quedamos
impactados, se trataba de un Buick de 1948 espectacular, por lo que nos hicimos las fotos
correspondientes junto a él, en tonos verdes, y muy contentos nos trasladó a la Casa contratada en el Malecón. 
Para nuestra sorpresa, la casera al abrir la puerta nos dice que no nos podemos alojar allí porque se había caído el techo y no había agua; nuestra reacción fue de incredulidad y de preocupación, pues eran las doce de la noche, pero nos tenía otra casa preparada muy cerca de la suya.
Nos dirigimos a la nueva casa y observamos que la puerta del portal está conformada de tablones de obra superpuestos, que el muro de la fachada tiene grietas y presenta un estado ruinoso, después la escalera con los hierros de la barandilla oxidados, buff!!...pero dónde nos hemos metido?, nos preguntábamos para nuestros adentros. No obstante, al entrar en la nueva casa, todo cambió de repente, el interior de la casa había sido restaurada con mucho gusto y era confortable, la familia que la regentaba muy amable, nos mostró la habitación cuyo balcón daba al Malecón, con unas vistas espectaculares, por lo que en adelante nos hinchamos a tirar fotos a todas horas. Con las primeras luces del amanecer del día siguiente me levanté de la cama para contemplar desde el balcón las maravillosas vistas del Malecón, por el extremo Este la fortificación del Morro (Castillo
de los Tres Reyes) con la luz intermitente del faro, mientras que por el Oeste el edificio del Hotel Nacional de Cuba junto a otro en forma de cuadrilátero mastodóntico (Centro de Telecomunicaciones con restaurante en la azotea), en la pátina de las aguas del océano Atlántico reverberaban los primeros rayos del sol estampando bellos colores de tonos rosas, fucsias y morados sobre un fondo azul océano; éste último iba ganando intensidad hasta culminar al mediodía.

El desayuno que nos ofrecieron era copioso, abundaban las frutas como el mango, la papaya, la piña y alguna otra cuyo nombre no recuerdo; también el zumo, la tortilla, la ensalada, el pollo, unas tortitas lugareñas empanadas y, por supuesto, el café con leche. Después, tocaba vestirse con ropa cómoda de verano y sombrero para patear las calles de la ciudad, íbamos acompañados por una señora cubana que nos hacía de guía, tomamos la calle Galiano y nos dirigimos al Centro de la Ciudad, nos llamaba la atención el deterioro y mal estado de conservación de la mayoría de los edificios, muchos de ellos en estado ruinoso, la cantidad de cables de un lado a otro de la calle, un amasijo de cables del tendido eléctrico colgando, las obras de derribo, las aceras maltrechas con unos socavones que daban miedo, aguas sucias en agujeros, la fachada de cerámica -probablemente de Talavera- velada por la suciedad y polvo acumulado de un edificio caído en el olvidon, en definitiva, la precariedad de los barrios de la ciudadanía resultaba evidente por todas partes...No daba crédito a lo que estábamos viendo, pues nos resultaba en cierto modo caótico; sin embargo, todo cambió de repente cuando llegamos al Parque Central, una gran plaza ajardinada rodeada completamente de Grandes y Lujosos Palacios : El Hotel Parque Central, El Hotel Manzana, El Hotel Inglaterra, El Teatro Nacional Alicia Alonso ... Más adelante, la explanada del Capitolio (réplica del de EEUU) con
el Capitolio Nacional, una gran avenida poblada de palacios y mansiones, la fuente de la India, etc. Entramos en un Centro cultural donde se exponían cuadros y láminas relacionadas con la santería, la religión yoruba, con imágnes de sus dioses , como Yemayá, la orisha del mar, que se identifica con la Virgen de Regla , patrona de la ciudad, venerada  al otro lado de la bahía, en la iglesia blanca de la Virgen de Regla (que no pudimos visitar por falta de tiempo); y otra orisha yoruba es Ochún, que se identifica con la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba.
A continuación, dimos media vuelta para dirigirnos a La Habana Vieja, si bien, pasamos primeramente por el célebre "Floridita", donde según cuentan, decía Ernets Hemingway, el daiquirí en el Floridita y el mejor mojito en la Bodeguita del Medio. Por la calle Obispo, muy concurrida de turistas, paseamos admirando las casas señoriales, tiendas, bares, museos, centros oficiales, bancos con cajeros y comercios. Por fin, llegamos a la Plaza de la Catedral, con el bello monumento arquitectónico de estilo barroco americano, levantado por la Compañía de Jesús, con la imagen de la Virgen Inmaculada Concepción en el altar mayor; los majestuosos palacios que
circundan la plaza con sus coloristas fachadas enaltecen el recinto, se suelen dar cita en los soportales mujeres ataviadas con el traje tradicional, que resulta muy vistoso por su colorido. En una de las calles que convergen en la plaza, se halla la Bodeguita del Medio, desde la misma plaza se avista el letrero que sobresale de la fachada, una especie de cartel con fotos de famosos, entre los que se encuentra Sabina, se halla junto a la puerta de entrada, donde es tradición que el visitante estampe su firma; así que, también lo hicimos, pero lo más interesante es degustar un buen mojito
mientras se escucha la buena música de la orquesta en el local, invitando a bailar al personal. 
Llegaba la hora del almuerzo y había que buscar los "paladares" (restaurantes), aconsejados por la cubana acompañante, nos dirigimos a los muelles del Puerto, donde se halla la fábrica de cerveza artesanal y que además sirven comidas, fue todo un acierto, se trata de un gran almacén reconvertido en fábrica de cerveza con restaurante, me dispuse a tomar varias fotografías del lugar, donde destacan los tanques que la contienen, y en especial, una gigantesca probeta llena de cerveza que sirven en las mesas con su correspondiente grifo para echarla.
 
Me pedí la cerveza oscura, que es más fuerte y tiene más grados, para acompañar el plato de comida que me resultó suculento y a buen precio, por lo que lo recomiendo. También en esta zona de los muelles del Puerto, se ubica el Centro Comercial de Artesanía, el Museo del Ron y diversos almacenes.  Seguidamente, nos acercamos a la Plaza de Armas, donde surgió la ciudad, allí se encuentra el  monumento erigido a la fundación de La Habana frente al Templete Corintio, junto a él una Ceiba (nuevo árbol plantado en memoria de aquella, que según dicen, bajo su sombra tuvo lugar la ceremonia de fundación de la ciudad mediante una misa allá por el año 1519, de ahí que se conmemore actualmente los 500 años de la ciudad de La Habana -su eslogan aparece por todas partes en referencia a su celebración-; según marca la tradición hay que dar varias vueltas al tronco de la Ceiba y pedir un deseo.
El Castillo de la Real Fuerza, con su foso cubierto de agua, y la solidez de sus murallas, parece inexpugnable; en las proximidades se abre una gran plaza arbolada con sus jardines y majestuosos palacios a su alrededor, las sombras proyectadas invitan al descanso en un día muy caluroso (alrededor de los 30 grados al mediodía, indispensable llevar sombrero y protección solar). Tras la pausa, tomamos un taxi oficial que nos llevó al Castillo de los Tres Reyes del Morro, una fortificación espectacular con unas vistas del Malecón y de la bocana de la rada que se adentra en la bahía extraordinarias, que bien merece la pena, la subida a lo alto del faro no fue posible por obras de restauración. En línea con este castillo se halla la fortaleza de San Carlos de La Cabaña , ambos junto al Castillo de San Salvador de la Punta, la entrada de la bocana a la bahía, donde se ubicaba el Puerto, en otra época con los navíos que trasladaban las riquezas de Las Americas a España a
resguardo de piratas y ejércitos enemigos. De retorno al Casco Histórico, entre la plaza de Armas y la plaza de la catedral, resulta asombroso la cantidad de Palacios, Mansiones, Iglesias, Conventos y Edificios Nobles que pueblan plazas y calles, como la del Obispo, O¨Reilly, Empedrado y, sobre todo, el Paseo del Prado o Paseo Martí, lo que reviste la ciudad en La Habana Vieja y Habana Centro de una grandiosidad y magnificencia sin parangón alguno, incomparable: Palacio Casa de Gobierno, Palacio Capitanes Generales, Palacio Segundo Cabo, Palacio Marqués de Arcos, Palacio Marqués de Aguas Claras, Palacio Conde Jibacoa, P. Condes Casa Bayona,
P. Museo de la Ciudad, P. Hª Natural, P. Arte Colonial, Convento de Santa Clara, Convento de la Merced, Catedral , Iglesia Espíritu Santo, Iglesia San Francisco de Asís...
Por la noche, tras una refrescante ducha, un taxi clásico descapotable, un Cadillac rojo, nos dejó a la puerta de La Fábrica de Artes, que alberga diferentes exposiciones, bares de copas, sala de espectáculos y el restaurante Tierra.
La cola para los jóvenes habaneros era muy larga para el acceso, pero como teníamos la reserva del restaurante evitamos tener que hacer cola; así que una vez dentro, y como aún faltaba media hora para la cena, asistimos a un espectáculo de flamenco en la sala a cargo de un grupo andaluz, lo que nos sorprendió mucho, pero disfrutamos junto al resto de asistentes, por cierto muy numeroso. La cena  en una terraza al aire libre estuvo bastante bien, además, tuvimos suerte con la mesa que nos dieron. De vuelta a la casa, a medianoche, veíamos y oíamos el bullicio de la gente que abarrotaba el Paseo del Malecón, unos bailando, otros cantando, la mayoría paseando y mirando las numerosas obras instaladas con motivo de la Bienal de Arte en La Habana, coincidiendo con la celebración de los 500 años de su fundación. 
Al día siguiente, optamos por adquirir un bono Bus turístico que recorre las principales arterias de la ciudad: el barrio de EL VEDADO y el barrio aristocrático de MIRAMAR con la impronta de la dominación de EEUU, los lujosos hoteles y cabarets del extrarradio, como el Riviera y el Tropicana, las casas ajardinadas, restaurantes, casinos ... Hicimos una parada en el barrio de EL VEDADO para visitar la Plaza de la Revolución y el Monumento a José Martí, héroe de la guerra de la independencia contra el colonialismo español, existe una sala de exposiciones o museo con consignas revolucionarias y fotos de los principales héroes cubanos, tanto de la independencia como de la revolución, entre ellas, destaca la del Che, Ernesto "Che" Guevara. 
Desde lo alto de la escalinata se contemplan las gigantescas efigies del Che, con la célebre frase "Hasta la victoria siempre", y de Camilo Cienfuegos. De nuevo en el Bus, recorrimos las calles adyacentes donde se sitúa el Cementerio de Colón, pudiendo observar desde la parte superior la suntuosidad de Mausoleos y Panteones revestidos de mármol. Luego, llegada la noche, nos vestimos convenientemente para asistir al espectáculo del cabarets Parisien, ubicado en el Hotel Nacional de Cuba, no sin antes, mientras la espera, saborear unas copas en el gran patio o terraza con unas vistas maravillosas del Malecón a la puesta de sol. El espectáculo de cabarets tenía de todo un poco, variedad de estilos y formatos, desde danza, baile, canciones, ballet,  humor, acróbatas... una especie de fusión de variedades; ah! te invitan a una copa (mojito, cerveza, refresco). A la salida
nos recogió un Cadillac azul descapotable, su conductor, muy amable, nos hizo unas cuantas fotos subidos en el mismo y con el rótulo de Cuba al fondo iluminado (guay!!).
Madrugamos la mañana siguiente para coger un Bus turístico que nos llevaría al Parque Natural de Viñales,  que dista unos 180 km. En primer lugar, visitamos una plantación de tabaco con su secadero, allí nos explicaron como se elaboran los puros Montecristo de forma artesanal y tomamos un cóctel denominado Guarapo, zumo de caña de azúcar, miel y ron; por cierto, todos los cócteles van regados con ron Habana Club. Después, visitamos el célebre Mural de la Prehistoria pintado sobre el frontal de la roca de la ladera de una montaña, impresionante. También, fuimos a la cueva del Indio, por la forma de cara de indio que presenta la superficie de la roca, una gruta anegada de agua, donde te dan un paseo en una barca y puedes contemplar estalactitas y figuras que el agua ha labrado sobre la roca calcárea (como una calavera), se trata de una cueva kárstica. Existe un chiringuito a la salida que sirven un cóctel de Piña Colada extraordinario, como siempre, regado con ron. A continuación, nos trasladamos al mirador de Los
Jazmines, donde se puede contemplar una maravillosa vista panorámica del Parque Nacional de Viñales, Patrimonio Natural de la Humanidad, donde la frondosidad de la vegetación y su exuberancia impresionan la retina, al fondo, los mogotes montañosos (los contornos asemejan distintas formas, como elefantes). De retorno en La Habana, una ducha y paseo por El Malecón, nos deleitamos contemplando las distintas obras expuestas en la Bienal de Arte, siempre acompañados por multitud de habaneros que se dan cita en este insigne paseo para divertirse y refrescarse con la brisa del mar (cantan, bailan, charlan sentados sobre el muro, pasean...); cabe señalar, que son muchos los que se acercan a los turistas para ofrecer
sus servicios, tanto guías, intermediarios de locales de ocio, museos, taxis, etc. (para que no resulten demasiado pesados, conviene decirles que ya llevamos varios días en la ciudad, gracias). 
El lunes, contratamos un taxi Chevrolet de 1952 que nos trasladó a la pequeña y bella ciudad de Trinidad, que dista aproximadamente unos 300 km, en el camino pudimos comprobar la precariedad del transporte para los ciudadanos cubanos pues se amontonan en la sombra bajo los puentes esperando, hasta dos horas, a que puedan subir en una guagua -que suelen ir repletas de gente- o camioneta adaptada.

 También, los agricultores montan puestecitos en la orilla de la carretera para vender sus productos (piña, papaya, ciruela, aguacate...); según nos cuenta el taxista, el 90 por ciento de la cosecha es para el Estado y el 10 por ciento se lo quedan ellos. El nivel de vida de los cubanos es bajo, los pensionistas apenas pueden alimentarse con la paga mensual, tienen que ingeniárselas para obtener otros ingresos, que en la mayoría de los casos están relacionados con el turismo, que según parece es el sector productivo que sostiene la economía cubana, dado que la exportación de la caña de azúcar ha caído considerablemente, el tabaco se mantiene. Por fin, tras cuatro horas de viaje, llegamos a

Trinidad, por una calle empedrada con coloristas fachadas alcanzamos la casa donde nos vamos a hospedar. Al entrar nos sorprende gratamente la mansión, se trata de una casa señorial tipo "indiano"con un amplio zaguán, un patio interior ajardinado con las habitaciones a su alrededor; además, todo muy limpio y con aire acondicionado. El desayuno en un entorno tan grato, lo recordaré siempre, tuve la suerte de ver por primera vez un colibrí volando de flor en flor. Salimos a recorrer sus calles empedradas, con sus coloristas balconadas y ornamentadas fachadas, el mercadillo de los
artesanos, subimos a la torre del Palacio Cantero con unas vistas maravillosas desde lo alto, la  coqueta plaza mayor con sus casas señoriales o palacetes y la iglesia que sobresale en la parte más elevada, junto a ella se halla la Casa de la Música, en lo alto de una llamativa escalinata, donde se baila al anochecer y se toman unas copas en un ambiente  alegre y festivo. En la Casa de la Trova estuvimos escuchando música cubana y bailando hasta altas horas de la noche, después nos fuimos a dormir sin ningún problema, con sensación de seguridad al pasear por sus calles. 

Por la mañana, tras un buen desayuno en el patio ajardinado, nos recogió el taxi para llevarnos de vuelta a La Habana, pasando primero por la ciudad de Cienfuegos. Cabe señalar, dado que me sorprendió mucho, que el firme de la carretera estaba plagado de cangrejos reventados y aplastados por los
vehículos que transitan por la misma, hicimos una parada para comprobar cómo deambulan por medio de la calzada y por los terrenos anejos, impresiona lo que vemos; según nos cuenta el taxista, a primeras horas de la mañana los turismos no pueden circular, pues "pochan" las ruedas, así como los días de lluvias o tormenta, me viene a la memoria la película "cuando ruge la marabunta", pero con cangrejos de mar. En la bonita ciudad de Cienfuegos, declarada Patrimonio de la Humanidad, visitamos El Palacio El Valle, de estilo neoárabe, con ornamentación oriental, en
su terraza degustamos un cóctel muy refrescante a la vez que contemplábamos las aguas azules del mar Caribe y los contornos que dibujan el perfil de sus costas. A continuación, recorrimos el Paseo El Prado, muy concurrido de gente, donde se hallan centros comerciales, bancos, tiendas, bares y restaurantes, con suntuosos edificios bien conjuntados y un urbanismo sobresaliente. La plaza principal José Martí, con su parque, es una maravilla, el Palacio de Gobernación, de estilo neoclásico, escenario de sucesos revolucionarios, Teatro Tomás Terry, el Palacio Ferrer con la Casa de la Cultura,  Museo de Las Artes, Catedral de la Purísima Concepción, y otras mansiones de tipo colonial. Por la riqueza arquitectónica que posee ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad.  
De vuelta a La Habana, al día siguiente, decidimos pasar el día en las Playas del Este, concretamente en Playa Azul, aprovechamos para comer en la propia playa, bajo una sombrilla, y después nos tomamos unos mojitos en las tumbonas, pegaditos al agua, por lo que nos animamos a tomar un  baño en sus aguas azul turquesa, que estaban muy calentitas por cierto; resultó una jornada muy grata y bien aprovechada, estuvimos en "plan marajá". Luego por la noche, nos acercamos al Hotel Parque Central para contemplar las maravillosas vistas que ofrece desde su terraza, en lo más alto, degustando unos suculentos sandwich con un cóctel regado con ron Habana Club. 




El último día lo dedicamos a pasear nuevamente por la ciudad, pues tiene muchas cosas interesantes que ver, nuevamente por el Malecón cabe señalar los soportales o galerías de arcos de medio punto con sus ornamentadas fachadas en distintos colores, desde el
azul turquesa, pasando por el sepia, ocre, crema, y una amplia gama de marrones, que revisten de una gran vistosidad los edificios que se asoman al Pase; si bien, el estado de conservación de muchos de ellos es deplorable, da pena, pero aquellos inmuebles que han sido restaurados (restaurantes, hoteles, centros públicos, bloques vecinales con el patrocinio de la Unesco, etc.) se muestran radiantes de esplendor. La escalinata de la Universidad y su magnífico edificio merecen una visita, allí tomamos varias fotos de la escalinata; seguidamente, nos acercamos a la heladería Coppelia, donde hacía cola la gente, pero debido a la gran afluencia desistimos de probar los ricos helados. Al lado se halla el hotel Habana Libre, donde Castro y otros líderes revolucionarios establecieron su cuartel general, en el hall se muestra una exposición de fotografías que rememoran los acontecimientos; en su puerta principal estacionan los famosos Coco-taxis, con forma de huevo y de color amarillo intenso, a la espera de turistas. En las puertas de los hoteles suelen concentrarse multitud de usuarios de la wifi, con sus móviles chateando, tras adquirir la correspondiente tarjeta de navegación, su coste es de 1 CUC (1 €) por 1 hora. La Avenida 23 siempre está muy concurrida de
gente, predominan los bares, restaurantes, centros de negocios de las compañías aéreas, salones de baile, banco-cadeca, tiendas...El Hotel Nacional de Cuba y el Salón rojo del Hotel Capri (baile) se hallan muy cerca. Después, entramos en el Bar Theodoro donde sirven el cóctel revolución y suelen frecuentar los cubanos. Andando, andando, fuimos a parar sin buscarlo al barrio Chino (esta comunidad asiática se trasladó de EEUU a Cuba en el siglo XIX como mano de obra requerida para la construcción del ferrocarril), donde encontramos un Portal de entrada al mismo con la inscripción y ornamentación decorativa correspondiente, abundan los restaurantes, mercados y centros comunitarios. En este sentido, hay que señalar la plena integración de todas las razas, etnias y
culturas en la sociedad cubana, resultando modélica la convivencia (blancos, negros, mulatos, criollos, asiáticos) fruto de la mezcolanza de siglos. Debo añadir, que el nivel de vida (bienestar) de los cubanos es bastante bajo, con penurias en su vida diaria, dado que el sueldo pagado por el Estado apenas llega para subsistir (además con la vuelta de tuerca de Trump y el bloqueo la situación ha empeorado), por lo que la mayoría tiende a complementar su salario con otros ingresos, en la mayoría de los casos relacionado con el turismo; sin embargo, la educación y la sanidad a la que todos tienen acceso es gratuita, lo que se hace patente en el nivel cultural y formativo que poseen, suelen ser personas afables y respetuosas. Comimos en el restaurante Piña de Plata, al lado del Floridita, con muy buena relación calidad-precio. Después en el Floridita rematamos con un estupendo daiquirí. Por último, rematamos la jornada con una ducha en la casa donde nos alojábamos (amabilidad de los caseros, que nos guardaron las maletas) y rumbo al aeropuerto José Martí en taxi (25 CUC), nos esperan 9 horas de vuelo.
VALORACIÓN: un viaje maravilloso, La HABANA impresiona, tanto por su belleza y bondad de sus gentes, como por el estado de abandono de la ciudad y penuria de sus ciudadanos.