jueves, 12 de agosto de 2010

La Mira


Hola cicloturistas, senderistas y montañeros:
El domingo día ocho del ocho, con salida casi a las ocho, después de habernos tomado un bizcocho, nos pusimos en ruta una escuadra de lo más variada "plurihermanados" con nuevos amigos, hermanos y los cuñados. Las cosas iban muy bien cuando en las fuentes parabamos todos a charlar y beber, pero cuando el ritmo se aceleró en la antesala de la apretura el trío "los cuñados" se descolgó: ¡vaya por dios! después de todo el equipo de once se fracturó. El zig-zag de la ascensión al refugio "Victory" pone a prueba los motores de los expedicionarios y más de uno se tambalea entre los guijarros de los canchos por déficit de oxígeno; mientras tanto, el capi de la expedición hace de enlace ente los siete de "alante" y los tres invitados cuñados "parlantes". Alguna anécdota la hazaña complementa: ¿Quién nos ayuda a subir algunas tablillas hasta el refugio que se ve allí?, y como nadie responde las hembras de añada lanzan soflamas por sus bocazas, cambian el tono y en sus pregones dicen de todo (los calificativos de valientes y fuertes se tornan en pasotas cobardes por mantenernos un tanto al margen). Estamos llegando al refugio, es un alivio, pero los coletazos nos han pillado un poco cansados; al fin arribamos y nos disponemos a recuperarnos, las catimploras rellenamos, algunas fotos tiramos, observamos a los alpinistas escalando los hermanitos de los galayos, engullimos orejones, chocolatinas, dátiles... el capi muy bien dispuesto se ofrece a socorrer a su cuñado que va sediento, y le hace entrega de la botella que ya está llena. Tras el descanso, hacia la Mira nos encaminamos, ya no hay sendero sino unos hitos que marcan el recorrido, abundan las piedras sueltas y el desnivel, según progresas, aumenta; y el maestro que pide paciencia, paciencia, que en este trecho las pulsaciones se aceleran y el ritmo se descompensa; palabras de ánimo desde lo alto, por fin les alcanzo en el rellano, los ocho del grupo hemos coronado la rampa más escarpada y nos enfilamos por un falso llano, con ligera pendiente, hacia promontorio donde se halla el Hito de "La Mira" (con 2343 m. de altitud). Tras alcanzar la cima, hemos invertido unas tres horas, divisamos desde las alturas paisajes sumamente atractivos: El Almanzor alineado con los dientes de una sierra de calar "El Cuchillar", el Pantano del Rosarito a lo lejos en la planicie que se abre al suroeste, los canchos diseminados alrededor, la pradera verde en un plano intermedio, ... El Capi de la expedición con los prismáticos otea con ojo avizor las paredes de las escarpadas cimas escudriñando la blanca estampa de los neveros, seguro que se siente en plenitud agasajado con mil sensaciones perfiladas por los sentidos (¡el frescor que rezuma desde la lejanía aquellos neveros!, los matices grises y plateados de la cadena de montañas a horcajadas, la caricia de la brisa refrescando las mejillas acaloradas, el olor a naturaleza y herbáceas silvestres, el lienzo colorista de los líquenes sobre el roquedo, ... enfin, una amalgama de sensaciones para los que "miran con el corazón,. pues como decía Sant-Exupery en el Principito lo esencial es invisible a los ojos. Después, el almuerzo, los refrescos, las cervecitas, las cabras acercándose a la mano que les da de comer -si bien, esta conducta no es correcta a decir de los entendidos-, la conversación animada y entretenida, las fotos en el alto de La Mira con las camisetas primigenias del Club Cicloturista de Velada. Pasada la media hora de relax, es momento del retorno, reanudamos la marcha de vuelta, en primer lugar nos dirigimos a la fuente situada en la verde pradera de las inmediaciones, bebemos y nos aprovisionamos de un agua que brota transparente y fresca -equiparable a la sacada de un congelador en estado líquido-, recubriendo el material del envase o botella se aprecia la humedad licuada o rocío que refresca nuestra piel y resulta una sensación muy placentera. Nos ponemos de nuevo en camino, siguiendo el trazado que marcan los hitos de piedras apiladas puestas por otros senderistas, pero cuando nos disponíamos a bajar y acometer ... (seguirá)
(2ª parte) ... el descenso avistamos a "los cuñados" subiendo, nos sorprendió verlos pues pensabamos que no se atreverían con la escalada a La Mira, pero allí estaban serios y sin palabras, echando fuego por dentro, un tanto mosqueados por haberse visto solos en tal fregado, alguno comentaba que el dorsal dónde estaba ... pocas palabras y se alejan por la explanada. Proseguimos nuestra marcha en dirección contraria para afrontar la bajada, que iniciamos con mucha precaución para no despeñarnos, por la gran cantidad de cantos, mientras parloteabamos con sorna "que los cuñados iban cabreados" y de vez en cuando recordábamos al presi, de coña, que se fuera preparando porque en casa del suegro le iban a correr a gorrazos. Una paradita en refugio para tomarnos un respiro y reagruparnos, entre tanto, el capi da muestra de sus conocimientos y destrezas en cómo colocar las tablillas bien puestas en el solado del refugio que está al lado; después de todas las desavenencias, pues recordemos que no ayudamos a subirlas a cuestas, ahora sí que agradecen su experiencia "los parquets del Tajo son una eminencia". Continuamos el descenso por el laberinto zigzagueante que hay en primer término, muy irregular e intrincado, con lo cual en las rodillas aparecen los primeros pinchazos, son como alfileres que se clavan y duelen... el maestro ya no puede seguir el ritmo de los otros siete; un descanso, en la fuente, que está abajo, nos juntamos y las botellas rellenamos. Volvemos al tajo, el jefe de la expedición corre, que corre cuesta abajo, así como va no le echamos mano; entonces, pienso un momento, quizás tanto darle la vara marcha a “zampatarama”, para no escucharnos con el rollo de los cuñados, parece un tanto preocupado, pues llamada tras llamada nadie la coge y aparece rechazada. El maestro poco a poco se queda y se descuelga, el calor aprieta, la sed aumenta y al ir frenando con las piernas el dolor en las rodillas se acrecienta, camino solo pero ya falta muy poco, una foto para captar de la fuente su cristalino chorro, pensativo y cansado me pregunto si los otros habrán llegado, al fin lo logro un poco descompuesto y con mucho polvo. Aparecen los “compis”, se intercambian palabras muy animadas, pido una foto junto a la “Capra” fin de la etapa, junto a la meta hay una fuete muy fresca, tras descalzamos nos refrescamos, los pies metidos hasta que ya más no aguantamos y los sacamos. Falta rematar la faena con unas cervecitas bien frescas, cogemos los bártulos y subidos en los coches nos arreamos al verde charco, estacionamos para bañarnos, la mayoría se queda en lavado. Tras asearnos, nos encaminamos hacia la barra en busca de un trago, cervecitas fresquitas, mahou cinco estrellas, que bien nos sientan las de tercio en botella - Domingo comenta-. Después de los tragos, ya relajados, avistamos unos platos de olorosas viandas colmados, ¿por qué no comemos que estamos hambrientos?; y a una mozuela bien parecida, le echamos guiño por si caía, a lo que ella nos respondía: si preparáis las mesas yo con gusto os serviría. Dicho y hecho, todo dispuesto, que vengan los platos de chorizo y huevos, ¡ah! y que no falten las cervezas de tercio y algunos refrescos. Todos animados, bebíamos y zampábamos, mientras Andrés mareando el teléfono otra vez, se mostraba preocupado con el tema de “los cuñaos”; algunos de coña le decían y repetían: ¡joder! mira que dejarles solos a los tres, esos no llegan a casa antes de las diez, vaya faena como se pierdan, en casa de la suegra te desheredan, ¡ay! a la vuelta la que te espera … Después de los helados, recogemos y levantamos, unas dos horas ya han pasado, cuando de repente resultó sorprendente, por fin han llegado hasta aquí los cuñaos, en cuatro por cuatro se muestran callados, adiós, que nos vamos, y al pueblo enfilamos, ya más tranquilo el Jefe se ha ido: por aquí hay orégano, Domingo a por ello. Fin de la historia con moratoria, muy tarde por cierto.

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