jueves, 29 de marzo de 2018

LAS HOCES DEL CABRIEL Y CHORRERAS DE ENGUÍDANOS

LAS HOCES DEL CABRIEL Y CHORRERAS DE ENGUÍDANOS (CUENCA)

Con la autorización solicitada y concedida por la Consejería de Agricultura y Medio Ambiente de la Junta de Castilla-La Mancha, me presenté en la mañana del día diez, mes de marzo, en el Parque Natural de las Hoces del Cabriel; si bien, estacioné en la parte alta, junto al bar del camping donde se halla un estacionamiento reservado a autobuses, me equivoqué pues se puede llevar el coche hasta el cauce del río donde se está el centro de información y un parque de multiaventura. Comenzamos la ruta a la altura de una plantación de almendros, que estaban en su apogeo, bien floridos, tomamos el camino por la margen derecha del río, poco señalizada, que discurre por un bosque de ribera, en el primer tramo, donde destaca el álamo blanco. Poco después, atravesamos algunas parcelas labradas, con plantaciones de olivos, sin apenas cultivos, para adentrarnos en el bosque típico mediterráneo, con sus pinos, coscojas, madroños, brezos...pero lo que más me llamó la atención fue el romero en flor /recordando aquella canción: vente conmigo niña con el romero en flor, por los cañaverales, junto al arroyo cantor... Además, el canto de los pájaros, próxima la primavera, alegraba la marcha dando una nota de musicalidad y armonía. En el tramo medio, divisamos los imponentes cantiles aserrados de los cortados rocosos que flanquean a ambos lados el valle, algunos muy afilados como chimeneas con sus pináculos o agujas, los cuchillares de las cimas, los estratos verticales de las alturas, las multiformas caprichosas que la erosión del agua ha labrado en la roca calcárea...fijo la atención en el óculo abierto en la pared rocosa, mientras suena en las altura una especie de "grito o chillido de un niño", un sonido muy agudo, tal vez de un águila al que no consigo ver (podría tratarse de un águila real que tiene su hábitat en el lugar), tengo suerte, pues apenas hay gente, dedico tiempo también a fotografiar: los cortados, los juncales y carrizos que alimentan las aguas sosegadas del río, su llamativo colorido variopinto, desde el verde esmeralda hasta el azul zafiro, las algas pardas complementan el atractivo, momentos para caminar y disfrutar, que si tienes la fortuna de aderezar la marcha en buena compañía resulta una primicia. Las caras de los farallones pétreos se tiñen de distintos colores: desde el pardo terroso al rojizo del óxido de hierro, pasando por los grises hasta alcanzar el negruzco de los hongos que se aferran a la superficie. Alcanzamos un pequeños túnel excavado en la roca, con una ventana que nos encuadra la foto del río, tomamos la instantánea plena de colorido...Toca descansar y el cuerpo alimentar, nos protegemos del viento en un abrigo rocoso, al regoviento, mientras observamos y contemplamos; tras lo cual, continuamos hasta llegar a la estructura metálica de lo que fuera en otro tiempo un puente que enlazara con la otro ruta, que discurre por la margen izquierda por tierras de Valencia, sin embargo, solo queda el esqueleto de hierro sin travesaños. Llega el momento de dar media vuelta y volver por la misma senda, cantos de pájaros, el silbo del viento, los acantilados como monumento, las aguas amansadas y engalanadas con sus lindos colores...
Ruta: 6 km. ida y vuelta, llana, fácil y muy recomendable.
A la mañana siguiente, del día once, nos fuimos a una pequeña localidad en la Serranía de Cuenca, llamada Enguídanos, por donde también discurre el río Cabriel y se encuentra unas hermosas chorreras, conocido el paraje como "Las Chorreras de Enguídanos". Estacionamos en coche y remontamos por la margen izquierda el río, hasta dar con ellas. El río, tras las lluvias, se hallaba muy crecido y la corriente cargada de fuerza, la roca caliza muy erosionada, esculpida y labrada, con muchas sinuosidades y recovecos, destacan las "resbaladeras" y "chorreras", las pequeñas cascadas, las cristalinas aguas y la blancura de las espumas al caer sobre la grada más baja y romper el caudal de la masa. Una pena el no poder contemplar color verde esmeralda que tanto impacta, dado que la crecida no lo posibilitaba, pues requiere el agua estancada y mansa.
Ruta: 3 km. ida y vuelta, sendero estrecho, pero accesible y fácil.







 




lunes, 26 de marzo de 2018

EL RISCAL: PARAJE SINGULAR

LA CASCADA DE "EL RISCAL"

A las 9:00 horas del día 25, nos reunimos los miembros del equipo, la propuesta del pelotón no me convenció, otra vez "La Vía Verde" me resultaba deprimente; así que Nico y un servidor tomamos otra elección: El Riscal, que nos atrae mucho más. Tras las lluvias caídas, hay que ver las aguas crecidas, los dos saltos del arroyo Marrupejo han de estar en su apogeo. Abandonamos el gran grupo y tomamos otro rumbo: camino de Mejorada, camino de Segurilla, camino de Buenaventura por el carreterín asfaltado hacia la Gran Muralla China, una vez coronada nos desviamos a la derecha por un camino que discurre por la cuerda en sentido Este, enlazamos después por el camino que baja hasta el molino y la cascada. Cabe señalar campos y prados encharcados, cunetas anegadas de agua, senderos embarrados, todo muy mojado y empapado...todo un placer ver el agua correr, las flores cabecean entre las verdes hierbas de las praderas, amarillas, blancas, azuladas, muchas encinas y chaparras. Saltamos algunas porteras, salvamos regueras y tocones en la senda, todo marcha fenomenal. Y por fin, el emblemático "Riscal", junto a un antiguo molino con sus ruedas volanderas, todo un espectáculo en un lugar un tanto aislado, el agua se descuelga en los dos escalones con empuje y fuerza, y en su caída retumba, resuena, un zumbido que no cesa ...Se trata de un lecho granítico, con dos escalones contiguos, a los lados la roca desnuda se rebela y se resiste a ser lastrada por el agua. Es el momento de mirar, contemplar y disfrutar...fotos desde distintos ángulos para ilustrarlo, es una belleza y nuestra opción ha merecido la pena; aunque en el retorno, camino que asciende por la cara sur de esta cadena de montes y, después, desciende por la cara norte, hasta enlazar con la Cañada Real Leonesa Oriental, se estrecha y la senda se puebla de piedras, mezcladas con agua encharcada y barro, que dificulta el tránsito sobre la bicicleta. A destacar, una incidencia en el deambular, en un tramo de agua anegado, sumergí la puntera y de nuevo otra vez, se me mojaron los pies (jejeje...). La bajada hacia la Cañada resulta muy complicada, por lo que nos vemos obligados a descabalgar, lo que nos permite disfrutar del encinar encantado, donde proliferan y cuelgan los líquenes, o barbas de viejo, de las ramas de las chaparras, la escena parece sacada de un cuento y merece la pena detenerse un momento. (Ruta: Circular, 40 km y 4 horas)



























sábado, 17 de marzo de 2018

CASTILLO-FORTALEZA DE ALARCÓN EN EL RÍO JÚCAR

El fin de semana del 9 y 10 de marzo nos fuimos, mi compañera y yo, a visitar estas tierras conquenses, de un gran atractivo tanto por la naturaleza que atesora, sobre todo a nivel paisajístico, como por sus monumentos medievales. Al acercarnos a la población de Alarcón, nos detuvimos en el mirador, una especie de antesala de lo que nos esperaba, donde se levanta un torreón defensivo y cuyas vistas de la colina amurallada y bien defendida,  donde se asiente la localidad, son espectaculares,  se yergue soberana la torre del homenaje en medio del castillo-fortaleza medieval. La muralla que rodea la población tiene varias puertas de entrada arqueadas de muros pétreos muy sólidos. El río Júcar envuelve la colina en forma de herradura, con unas aguas en una gama de colores verde-esmeralda que realzan la belleza de la toma (fotografías continuas); me llama la atención, a parte de la represa, un vetusto puente bajo el que pasa en calma la corriente verde  esmeralda, o dependiendo de los rayos del sol, de la luz y sus reflejos, verde azulada. Por otro lado, en la otra colina, casi su melliza, también quedan restos de una antigua fortaleza medieva, con la torre de Alarconcillos en tonos ocres...el conjunto monumental y paisajístico es magnífico, todo un hito, que agradecen los sentidos, el de la vista el más enaltecido. Después, proseguimos hacia el interior, tras cruzar dos imponentes puertas, y recorrer unas calles empedradas y estrechas, avistamos el castillo-fortaleza del Marqués de Villena, partidario de Dña. Juana La Beltraneja y contrario a Isabel I, aquí nos alojamos, un coqueto parador que llama la atención, además desde la ronda almenada las vistas son una auténtica "pasada". En el pueblo destaca, junto al palacio del Ayuntamiento, la iglesia parroquial, la bella portada medieval gótica de lo que fuera en otros tiempos una iglesia (convertida en auditorio) y el interior de otra iglesia, reconvertida en museo, decorada con pinturas murales patrimonio de la UNESCO, de cuyo autor no me acuerdo. El pueblo poco poblado y, en este época, muy solitario. Otro de los alicientes y atractivos son sus muchas rutas de senderismo y bicicleta por las riberas, sobre todo, en otoño y primavera.