lunes, 4 de enero de 2016

RUTA DEL BOLONDRIO

En la salida, domingo tres de enero, sólo cinco veleños, repóquer de caballeros, desafiando a las  inclemencias del tiempo, inician la partida hacia el arroyo del Marrupejo, pero con un destino incierto. Mucha humedad en el ambiente y un cielo completamente cubierto; pero tranquilos porque los pronósticos del tiempo descartaban la lluvia antes del mediodía, pese a todo algunos se mostraban previsores y habían echado sus impermeables, por si los acasos. La subida a la Gamonosa, como siempre ocurre, nos pilla aún fríos y, con un desnivel en torno al once por ciento, resulta costosa. Atravesamos Mejorada y comprobamos que la niebla poco a poco cala, es conocida como niebla meona que empapa y moja; más adelante, al aproximarnos a Segurilla, tres de los integrantes nos colocamos los impermeables, si bien los otros dos han de campear sin ninguna protección.  Rumbo al Marrupejo por el camino de Segurilla a Marrupe, no corre ni gota de agua por su lecho, cruzamos el cauce sin problemas y nos adentramos en la dehesa envueltos en la niebla, que decora un paraje campestre de encinas, pastizales y matorral, con ganado vacuno deambulando por el lugar, con formas difuminadas que en la distancia se pierden en la bruma matinal, que confiere un toque mágico a la aventura de MTB y le da un plus a la ruta, resultando mucho más atractiva. Al llegar al cruce de "los cuatro caminos", el amigo Chema opta por continuar, rompiendo así con la tradición de dar media vuelta, dado que para el nuevo año tiene una promesa, o más bien un reto: rebajar en 10 kilos su peso. En los aledaños de Marrupe surge el comentario de hacer parada para el avituallamiento, pero la idea fue descartada y elegimos nuevo emplazamiento para llevarlo a efecto, será en la gran mole rocosa, ubicada en el camino de Sotillo de las Palomas, trazado alternativo al sendero de los Duendes que al final se descarta dado que es más largo - algunos del los componentes tienen las cañas del mediodía pendientes- y urge aligerar. Pues bien, a golpe de pedal, que cada vez cuesta más, pues con la llovizna el suelo se reblandece y las ruedas van dejando más profunda huella, nos vamos adentrando en el corazón del encinar, salpicado de enebros, todo envuelto en una aureola fantasmal al desdibujarse nuestras figuras mientras nos cubría con su manto gris la densa niebla, me faltan las palabras para describirlo, solo puedo decir que hay que estar ahí para sentirlo y emocionarse imbuido del frescor y aroma silvestre que rezuma la dehesa ibérica. 

Pasado un regato que cruza transversalmente el camino, giramos a la izquierda en sentido oeste incorporándonos a un nuevo camino que discurre pegado a una franja de árboles dispuestos en hilera. Nos encontramos un par de porteras de fácil apertura, nos volvemos a adentrar en un encinar adehesado bien conservado, cargado de humedad y con distintos corrales que vamos dejando atrás según avanzamos por el trazado marcado, si bien salimos airosos de algún titubeo que nos despistó en algún momento; pero al fin avistamos lo que andábamos buscando, una mole rocosa de granito cubierta de musgo, el bolondrio del camino de Sotillo, un berrueco o peña berroqueña, velado en derredor por jóvenes encinas verdinas, de cuyas ramas cuelgan las "barbas de viejo" -a decir de los lugareños-, se trata de exuberantes líquenes que tapizan su corteza, significativo indicador de pureza del aire que corre por estos lares; en definitiva, un marco ideal para descansar, tirar algunas fotos y tomar el alimento del avituallamiento. Tras lo cual, hemos de continuar, rebasamos la carcasa de un citroen desvencijado y extraviado, pues es la nota discordante en tan idílico paraje. El firme del último tramo del camino se halla de cemento y nos conduce hasta las primeras casas del pueblo, estamos en Sotillo de las Palomas, cruzamos el casco urbano y por la Cañada nos alejamos, ponemos rumbo a Velada por dicha vía pecuaria, la niebla se condensa empapando de gotitas de agua los cristales de las gafas, llega un momento en el que no vemos nada, toca hacer una parada para limpiarlas, proseguimos la marcha y "El Maca" se destaca, vamos apurados de tiempo y se teme no poder llegar a tiempo, me refiero a las cañas, que el domingo para él son sagradas. Tanto empeño en el pedaleo, que El Maestre desfallece en el intento, se descuelga en los Arenales y descabalga en los trampales; en su ayuda acuda el amigo Ilde, a mi parecer podría tratarse del retorno del Jedy, que insufla ánimos y canaliza "el poder de la fuerza" para hacer que la pájara desaparezca: eureka, eureka!! lo logramos y a Velada por fin llegamos (Hora: las 13.30) 












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