lunes, 6 de febrero de 2017

RUTA EÓLICA

RUTA   EÓLICA
Domingo 6 de febrero, tan solo dos caballeros, ambos maestros, el honorífico de Gran Maestre, y el ceramista maestro, el Gran Alberto; desde el lugar acostumbrado y a la hora de partida convenida, se inicia la partida, en una jornada que viene por el viento marcada. Sopla un fortísimo viento, que para muchos resulta un impedimento e incumplimiento de uno de los mandamientos: Con lluvia, viento, haga frío y/o calor, pedalearé junto a mis compañeros sin temor, bajo el lema "fuerza y vigor". Como reseña, comentar la aparición de un galáctico, quien a la espera de su compañero charla amigablemente con los caballeros. Tras la despedida, buscamos una ruta que aporte un parapeto a la furia del animoso viento, que el dios Eolo ha puesto en movimiento, así que nos dirigimos hacia Mejorada, afrontando el alto de La Gamonosa con el viento en popa, lo que favorece una conquista airosa. Mientras tanto, vamos relatando el desaguisado que en la escuadra ha ocasionado las inclemencias del tiempo -lluvia, frío, viento ...-, a ambos lados del camino, en los cercados, varios de ellos con ganado, brotan las nuevas hierbas que con las lluvias caídas verdean entre las encinas, junto con los bolos de piedra. Suena el teléfono, una y otra vez, serán los talaveranos impacientes porque no llegamos; exhorto a Alberto a que se lance al ataque y tome la plaza de Mejorada donde se hallan. Poco después, llego yo también, sumando nuestras fuerzas a la de los que nos esperan, unos caballeros aguerridos  -Ilde, Diego y Antonio- que conforman un poderoso trío. Ahora, Diego encabeza la marcha, atrás queda la citada villa y nos dirigimos a Segurilla, bordeamos por el norte su casco urbano y hacia el Marrupejo nos enfilamos, por el camino llamado Hituero, cuyo firme presenta buen estado, pues tras las lluvias el viento ha oreado, de lo que nos congratulamos; el cauce  se interpone al avance, salvamos airosos el obstáculo y la corriente vadeamos, cruzando al otro lado; sin embargo, el ancho de la vía ha menguado y el camino se ha estrechado, su firme irregular se torna empedrado y dificulta enormemente el tránsito, poniendo a prueba a los más diestros caballeros, que con fuerza y vigor coronan el cerro con tesón; mientras tanto, el último, abnegado penitente, no puede con la pendiente, lleva su burricleta a cuestas hasta coronar la prolongada cuesta. Seguidamente, transitamos por un angosto sendero, propio y típico de los arrieros, que discurre entre muretes de piedra de singular belleza, el musgo recubre la superficie de las piedras, los líquenes conforman una capa envolvente sobre troncos y ramas, collares verdiazules adornan el dosel de la enramada, las encinas alineadas se abrazan, en la superficie terrosa se abren paso canalillos de agua, piedras diseminadas que requieren habilidad para sortearlas, avanzamos con tiento y cuidado flanqueados a ambos lados por las zarzas...Nos reagrupamos en un extenso prado, momento de descanso, saco el móvil y tomo unas fotos, el campo se prepara para estar hermoso, la humedad reinante le hace poderoso; mientras tanto, se separan unos cuantos en busca de algo novedoso, exploran una vía alternativa y al regresar lo comunican, así que muy animados todos marchamos. Se trata de unas roderas que conducen a una vía más ancha, con apariencia de camino para uso ganadero, discurre por una finca -posiblemente privada- desde lo alto del cerro  en bajada por la ladera hasta la falda; pero...algo nos llamó poderosamente la atención, pues desde las alturas, casi a vista de pájaro, pudimos contemplar una panorámica espectacular de un bucólico paraje, desconocido hasta el momento desde este punto de vista, pues amplitud del espacio que se abría ante nuestros ojos permitía avistar el largo discurrir del arroyo Marrupejo que como una enorme lengua de cristal se abre paso y avanza entre los verdes prados que le escoltan a los lados, en el fondo del valle se dibuja su cauce con sus aguas cristalinas  reflejando la luz del sol, en un día luminoso y claro, como si se tratara de un espejo resplandeciente que hechiza y cautiva las miradas...el arroyo ansía la soledad y se sosiega, sus aguas puras se amansan y nos agasajan con la paz, son momentos para guardar y no olvidar, se trata de una paisaje rural muy bien conservado, que hay que cuidarlo y disfrutarlo, no alterarlo. Llegamos a la margen derecha del Marrupejo, junto al puente desnudo de nuestros antepasados, típica construcción popular, con tan solo unos pétreos travesaños, abrimos una frágil portera de alambre y madera, y enlazamos con el camino del Lomo, pasamos por encima del nuevo puente levantado, y seguimos hasta la intersección con el camino de Marrupe, donde giramos a la izquierda de la marcha, acometemos la bajada por una vía bastante embarrada y nuevamente nos desviamos por un sendero recientemente explorado, conocido como sendero del Pozo, pero figura con el nombre de Las Umbrías; ahora bien, en esta ocasión hay que ascender, el recorrido es en sentido inverso, lo que supone mayor esfuerzo, yo ya no puedo más y me obliga a descabalgar, mas no importa, porque la vegetación es frondosa, voy caminando y disfrutando -ya hice hincapié en la anterior vez-, canta un pajarillo  con final en chirrido, pudiera tratarse de una curruca pululando de encina en encina, de chaparra en chaparra, de escaramujo a la zarza, de la retama a la lavanda...Por fin encuentro al grupo, se han detenido esta vez para tomar alimento y beber, un "tentempié", ya recuperados, de nuevo marchamos y en el camino del Lomo de nuevo nos hallamos, poco después nos desviamos otra vez, toca la senda del Terror, para sufrimiento mayor, angosto e intrincado sendero, con muchos tropezones o tropiezos, de firme muy irregular, salpicado de cantos, piedras, bolos pétreos ...se enganchan las ramas de chaparras y zarzas, escaramujos, retamas, lavandas...la dificultad subiendo es máxima, solo los muy osados aguantan y no se bajan; pero yo no soy de esos, je, je...Finalizado el tramo, nos reagrupamos, atravesamos la gran pradera y el camino de Los Leñadores nos espera, aquí nos separamos, el trío talaverano hacia Cervera se ha marchado, el dúo veleño en dirección al pueblo, al acercarnos a Segurilla nos sorprenden unas gotas de llovizna, poca cosa y apenas moja, una nube se ha escorado y algo nos ha tocado, atrás queda la amenaza y después de Segurilla alcanzamos Mejorada, a la salida, a la altura de la Ermita de San Roque, el viento arrecia con enorme fuerza, sopla de cara y frena la marcha, tornándose lenta, muy lenta; no obstante, seguimos pedaleando y poco a poco a la meta nos vamos acercando. En uno de los cercados observamos una cabaña de ganado, de yeguas y caballos, pastan en la pradera y corretean por la parcela. Afrontamos la última cuesta justitos de fuerzas, pero coronamos y a la Gamonosa llegamos; poco después, Alberto tiene prisa, hablamos y así lo acordamos, acelera su burricleta y se aleja; pero en el llano, poco antes del descenso, tanto ha apretado que la cadena se ha cargado, un eslabón  se ha soltado y lo planeado se ha chafado. Pero a pesar del incidente, tiene suerte, casi todo es cuesta abajo y con los pies, en el suelo apoyando, alternando se va impulsando, que con algún empujón continúa hasta su casa con tesón.












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