lunes, 9 de mayo de 2016

LA RUTA DE LAS FLORES

LA RUTA DE LAS FLORES

Las previsiones meteorológicas del domingo eran adversas, pronosticaban  lluvia "sí o sí", como suele decir nuestro amigo Chuchi "maravillas"; por tanto, la decisión de adelantar la salida al sábado fue muy acertada, pues no nos mojamos y disfrutamos de una jornada templada y gris, la humedad reinante era muy alta y el olor a tierra mojada, a la floresta, me refiero a hierbas y flores, resultaba embriagador -afortunados todos aquellos que no padecen alergias-, en especial, el espino albar que irradia un aroma muy penetrante. Pues bien, a las 8:25 me presenté en el punto de partida, allí estaba el mecánico del grupo, el amigo Roberto, preparado y dispuesto, a dar un repaso a mi burricleta y de paso cambiar las zapatas del freno delantero que estaba en los hierros; mientras procedía a dicho quehacer aparece el caballero Víctor, y poco después, el galáctico Fernando, que últimamente nos va acompañando. Un furgón se nos acerca, "tira ya ese hierro", nos grita el machaquito Gabriel, se está refiriendo a mi burricleta "GT"; pero ni caso, no puede ser, la célebre GT es una auténtica reliquia e insignia del Club MTB VELADA, pues se remonta a sus orígenes, forma parte de su historia y está presente en todas las celebraciones y victorias -siempre en el centro de las fotos, como la gloriosa, venerada por todas las otras-. Tras la puesta a punto, iniciamos la ruta sólo 4 caballeros, un gamonino y tres veleños, camino de Gamonal voy pensando en cómo afrontar la dura prueba con tan avezados y poderosos jinetes, los más belicosos y fieros...y yo me hallo entre ellos, los más allegados -de fuerzas parejas- me han abandonado a mi suerter. LLegamos a Gamonal con fácil pedaleo y ritmo tranquilo, cruzamos la nacional, y sin apenas calentar al alto de la Atalaya nos hemos de enfrentar, vaya resoplidos por ese desnivel "tan pino", comienzo a cavilar y con la filosofía Cholista de "pedal a pedal" consigo coronar; luego más tranquilo y pausado, en un tramo de llano, empiezo a disfrutar del silencio, de la inactividad humana a estas horas tempranas de la mañana, ni una perturbación, ni un ruido de contaminación acústica -ausencia de vehículos a motor, motosierras, disparos de escopeta, nada-, tan solo el ruido que se genera por el rodar, momento que invita a meditar, a sentir, a impregnarte de los olores, de los aromas de las numerosas flores, de las hierbas aún mojadas de la lluvia caída en la madrugada, las gotitas de agua depositadas sobre hojas y pétalos...
Canta el cuco, algunos pajarillos se suman con su trino, la cogujada revolotea en la cuneta, yo y mi bicicleta ángulo agudo, ahora recto, completo en el pedal...¿Y qué es la vida? un continuo pedalear, un ciclo sin principio ni final, tal vez eso que se dice "somos polvo de estrellas" no tenga principio ni final, nacimos del polvo y moriremos convirtiéndonos en polvo, posiblemente para volver otra vez a empezar -como el ciclo o la rueda de una bicicleta, que nos conduce al más allá-; bueno dejemos a un lado hipótesis o conjeturas, que luego dicen mis amigos que "cuánta hierba fumo", y siempre les respondo que no la fumo, que la contemplo y aspiro su esencia, admiro su belleza. 
Atravesamos Mejorada, después Segurilla, nos dirigimos a Cervera por el camino de Los Leñadores, entre cercas de piedra, nos adentramos en medio de los prados, una vaca parda me sigue con su mirada, la cámara de Víctor lo capta, 

los pastos están muy altos, propios de tierras norteñas, de nuevo el cuco se deja oír en medio de la dehesa, y pregunto a mis colegas si la persistencia o continuidad tiene lugar cuando ha llovido; es decir, después de la lluvia, cuando escampa es cuando canta...sigo con la duda, nadie me lo aclara, quizá se deba a que es la época del cortejo y emparejamiento. Dejamos atrás Cervera y nos dirigimos por el camino de Marrupe en busca del camino, primero, y senda, después, del "Jabalí", cuyo nombre responde al encuentro que tuvimos años atrás con una piara de dicho animal; y efectivamente, hace honor al mismo, pues en las inmediaciones de un regato, encontramos numerosas huellas del hocear (hozar) de los jabalíes junto a los troncos de las encinas. 

A continuación, hemos de afrontar una empinada cuesta, que nos obliga a poner pie en tierra, lo intentamos pero descabalgamos, no importa, subimos andando y disfrutando del espectacular paraje, muy poco transitado y con una vegetación muy exuberante, y con ejemplares de encinas de gran porte, con copas enormes; luego avanzamos por un campo totalmente cubierto de flores amarillas, se asemejan a soles, con su disco solar y los rayos de luz, cientos, miles ...y pienso en las galaxias con los millones de soles que hay en cada una, me abstraigo en el símil de una inmensa pradera llena de flores amarillas como soles y nosotros abriéndonos paso entre las flores como pilotos de ciencia ficción a bordo de una nave estelar, ¡Uff! mi burricleta GT covertida en el "Halcón Milenario" (je, je...). 

Por fin, el primer encuentro con el Marrupejo, un paso estrecho y profundo, pasa Fernando y no dice nada, llegó yo y planto el pie en el agua, me callo, después Roberto, lo salva, y por último, Víctor, se detiene, retrocede, arranca y pies al agua, zapatillas mojadas; por cierto, en las fotos quedan reflejadas. 

Enlazamos, remontando el curso del agua, con el camino de los Contrabandistas,  que nos conducirá hasta el de Sotillo a Segurilla, atravesamos una extensa pradera con dos o tres encinas centenarias en el centro, y unos metros más adelante un majuelo -espino albar- de porte arbóreo plagado de flores, me detengo, saco el móvil y tiro unas cuántas fotografías, pues es digno de ver tamaño ejemplar; mientras tanto, el trío delantero permanece a la espera unos metros más allá, disfrutando del encinar, que parece encantado, con varias de ellas tapizadas de musgo y de cuyas ramas cuelgan la verde-azuladas barbas de viejo, unos líquenes que son claro exponente de la limpieza del aire en el corazón de la dehesa, comentamos que parece un lugar mágico, de los parajes más atractivos de la zona.  

Tomamos el camino en sentido Segurilla, emprendemos la subida al cerro por la umbría y nos percatamos de la cantidad de musgo que se adhiere a bolos y troncos, altas esparragueras con espléndidos "bendos" a su vera, me refiero a tiesos espárragos bien conservados. Al otro lado del cerro, orientado a la solana, tras un falso llano, se inicia la bajada hasta la vaguada, me refiero al minúsculo valle, pero de excelsa belleza, del arroyo Marrupejo, arribamos a la altura de los puentes del Lomo, uno de construcción reciente, que se levanta junto al viejo, mucho más sencillo y entrañable. Aprovechamos para descansar, disfrutar del momento  y tomar alimentos, nos colocamos agrupados para la fotografía de la cuadrilla. 

Toca reanudar la marcha, ahora por el camino del Lomo rumbo Norte en progresivo ascenso, se torno poco a poco en sendero entre muros pétreos, tramos de agua y barro, zarzas a ambos lados entre las cuales nos abrimos paso, piedras y muchas, pero muchas hierbas, altas y frescas, coronadas de innumerables flores que lo ocupan todo, el sendero está colonizado por las flores, predominan las amarillas, podríamos decir que ganan por goleada al resto de colores, en ciertos momentos, parece un verdadero asedio como se aprecia en las fotos.


Bajamos al Marrupejo por el trazado corto, vadeamos el paso sin problemas, afronto la suave subida junto al galáctico Fernando, que a la altura de una cerca se ha detenido su marcha para acariciar a un precioso caballo blanco , y de paso, posar para la foto. 














Seguimos adelante por el camino del Riscal, pero de nuevo hemos de vadear el Marrupejo, en esta ocasión llama la atención la anchura del cauce; de ahí, que todos excepto del Maestre, deciden cruzar por las pasaderas, quien sin pensárselo dos veces toma una ligera carrerilla y se lanza a la aventura, "eureka", "eureka", grita emocionado, ciertamente lo ha logrado. 












Toca ahora acometer una subida, los sonidos onomatopéyicos de la cascada del agua resuenan no muy lejos, pero decidimos continuar y no parar, en el alto nos encontramos un largo tramo de agua y barro, éste se adhiere a las ruedas y ...pongo pie en tierra, más bien en el suelo embarrado. Tomamos una senda que sale a la izquierda y conecta con el camino de Segurilla a Buenaventura, conocido como la Gran Muralla, pero con las lluvias caídas hace el tránsito muy complicado, además varios tocones se interponen, lo que me obliga a descabalgar una vez más. Accedemos por fin al ancho camino, en descenso hasta el puente del Marrupejo, aquí tomamos la vía de servidumbre fluvial que discurre por la emblemática ribera, conocida como "La Arcadia de nuestra tierra", es el momento de llanear y disfrutar de la riqueza paisajística que nos rodea, merece la pena tomar unas fotos. 

Después del "relax", viene como colofón, el Alto de Valdecolmenares, conocido como "El Angliru Chico", acometo la subida descolgado pero con la filosofía "Cholista" de pedal a pedal, hasta que consigo rematar y en la cima me vuelvo a incorporar; según cuentan, el desnivel está en torno al  20%, por lo que toca "apretarse los machos".


Atrás dejamos la localidad de Segurilla, nos encaminamos hacia Mejorada, y, por último, Velada. LLegamos a casa. (Ruta: circular, 52 Km, 4:30 horas//Valoración: ideal en primavera)


































































  

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