lunes, 2 de mayo de 2016

LA ARCADIA DE NUESTRA TIERRA: RIBERA DEL MARRUPEJO

LA ARCADIA DEL MARRUPEJO

El sábado 30 de abril, un día de primavera soleado y templado, víspera del domingo de romería en la villa de Velada, nos reunimos a las 8:30, frente al Centro de Salud, ocho caballeros, tres gamonimos y cinco veleños, para emprender una nueva ruta de aventura; en esta ocasión, corresponde el honor de la estrategia y propuesta a Roberto, y como no podía ser de otra forma, eligió "su muy amado Marrupejo". pero con 2 famosos puertos incorporados: la Gran Muralla y el alto de Valdecolmenares (conocido como el Angliru Chico). Nos pusimos en marcha remontando La Cañada hasta la intersección con el camino Los Huertos, de Mejorada, giramos a la izquierda por el camino Las Colmenas 


y el sendero de Los Pinos hasta el cruce con el camino de Pajares o Mataburras, llegados a este punto tomamos a la derecha el camino de Montesclaros-Talavera, convertido en sendero con numerosos cantuesos en flor, con sus cabezuelas moradas en su follaje verde, las herbáceas coronadas en tonos amarillos, blancos, a veces vino...el firme en algunos tramos resulta muy irregular, con numerosos empedrados y cantos sueltos, aconsejable para todo aquel que disfruta poniendo en práctica sus habilidades y destrezas encima de una burricleta, a lo que hay que sumar el agua acumulada en los bajos, pequeños surcos o regatos. Mientras tanto, el Maestre iba cavilando cómo evitar alguno de los altos, porque a decir verdad no anda muy sobrado de fuerzas, así que piensa que lo mejor es introducir alguna alteración, disminuyendo el sufrimiento y el disfrute que vaya en aumento. Pues bien, al llegar por la Cañada al cruce con la carretera de Montesclaros, el Maestre y lo tiene claro, giro brusco abandonando al grupo, se dirige por el camino del Ruiseñor a enlazar con la subida del vertedero (Observatorio astronómico) para después bajar hasta tomar el sendero de la ribera del Marrupejo, por su margen izquierdo. 



Pero antes, recorro el camino de los ruiseñores y me pierdo entre los árboles que bordean el camino, pedaleo a ritmo lento deleitándome con el melodioso canto del ruiseñor en su cortejo, acompañado con el runruneo del fluir del agua que porta el Marrupejo, y me encanta "la soledad acompañada", noto que no estoy solo, que sintonizo con los demás seres vivos que viven con y del agua de un arroyo o de un río, quizá sea una soledad buscada, acariciada, vivenciada, sentida y tantas veces añorada, tanto por poetas como santones o anacoretas, una forma de vida en armonía con la naturaleza, y qué mejor momento que la primavera cuando asistimos al florecer de la vida. Me detengo en un punto del camino, he visto un roto en la alambrada que me permite acercarme hasta la misma orilla del arroyo, tomo unas cuantas fotos del cauce alfombrado de florecillas blancas de ramificados ranúnculos que flotan sobre la superficie, el tronco de un fresno facilita el encuadre, disparo una y otra vez porque quiero apoderarme del instante, del momento, un espino albar entra en escena con el despertar de sus flores olorosas, cantan los pajarillos, zumba la abeja...un rayo de luz se abre paso entre el ramaje de la copa de los árboles y alcanza el lecho reflejando un espejo de cristal puro y transparente donde flotan las flores... me retiro en silencio, con ademanes meticulosos, e un intento de no perturbar el maravilloso cuadro que acaban de contemplar mis ojos...
Vuelvo a tomar mi vetusta GT, toda una reliquia pasada de peso, y con lento pedaleo voy subiendo la cuesta del vertedero, giro a la izquierda por un camino que se perfila con fuerte descenso y, pocos metros antes de arribar al Marrupejo, giro a la derecha por otro camino más estrecho que avanza entre las alambradas de los cercados ganaderos y que discurre próximo a la margen derecha del arroyo, abro un par de rudimentarias porteras y me adentro en el corazón de la ribera, poblada de numerosos fresnos, chaparras, encinas, algunos sauces y un sinfín de plantas herbáceas, muchas de ellas en flor -con una grama cromática variada, de vivos colores, que destacan sobre un manto verde; al canto continuo y fluido de los ruiseñores se unen otros más  esporádicos, como el del mirlo, el carbonero...

El angosto sendero se aproxima a la orilla del Marrupejo y en el agua clara flotan una gran cantidad de plantas acuáticas, principalmente los ranúnculos con sus florecillas blancas manchadas de amarillo acompañados de una guarnición de algas verdes que colonizan el cauce. Me detengo bajo la sombra de un imponente fresno, apoyo la burricleta sobre su tronco, y me pongo a tirar fotos, el paraje se asemeja a un lugar anclado en el siglo pasado, se trata de un estrecho y recóndito valle entre montes berroqueños, que se pavonea en primavera y luce sus tesores naturales, aún poco alterados por la acción del hombre, que se limita al levantamiento de cercados y al clareado del bosque de ribera y monte mediterráneo, transformándoles en verdes praderas de pastizales para alimento del ganado (vacas, cabras, ovejas...), por lo que es pastoreo y la apicultura son la base de la economía, y cuyas actividades, afortunadamente, poco mecanizadas, apenas circulan vehículos a motor, han contribuido a preservar este bello paraje, donde reina la armonía entre el hombre y la naturaleza, y que nos invita a la contemplación y el disfrute, se activan las sensaciones y afloran los sentimientos. 


No me cabe la menor duda de que aquí se halla la mítica ARCADIA, habitada por ninfas, pastores, pastoras y rebaños...propicio para cortejos y amoríos, para cantos de sirena, para que las notas melodiosas de la flauta dulcifiquen el descanso, para que encuentre la inspiración el poeta, para que el pintor plasme en el lienzo su obra maestra, para que cualquiera de nosotros sienta y vivencie emocionado el latido de la naturaleza.  Me viene a la memoria un cuadro del pintor impresionista francés, Claude Monet, titulado "los Nenúfares",  en un estanque, al observar las flores de los ranúnculos sobre la superficie del agua; quizá resulte un escenario propicio para encuadrar a la pastora "Galatea" de Cervantes cuidando de su rebaño, o bien, a los pastores Salicio y Nemoroso de Garcilaso de la Vega suspirando por la lozana Elisa, la ínsula de paz y bienestar -alejado de la ciudad- del "Beatus ille" de Horacio, la sencillez de una vida campestre ensalzada por Virgilio en Las Bucólicas (Églogas) ...


Tomo de nuevo la fiel burricleta y me encamino al encuentro de mis compañeros y amigos, cuando estaba ya cerca del otro extremo del sendero, que finaliza en el camino de Segurilla a Buenaventura, a la altura del puente sobre el Marrupejo, oigo voces de los caballeros que avanzan en sentido contrario por el sendero de ribera, me preparo para captar en fotos su llegada en medio del verdor de la campa, el tronco de un alcornoque enmarca la estampa; después, grabo durante unos instantes el grato momento, resaltando las características rústicas y bucólicas del paisaje. Ya integrado en el seno del grupo, que acababa de superar una de las duras pruebas de la "El ascenso a alto de la Gran Muralla, vuelvo a desandar con ellos el maravilloso sendero del Marrupejo, se nota que circulamos relajados, disfrutando de todo aquello que oímos, que sentimos, que vemos...estamos fascinados por la transparencia del caudal, por la vegetación ornamental, por la cubierta florida que reviste de color el cauce, el lecho...los fresnos se alzan majestuosos y se miran en la pátina de cristal de sus aguas...qué maravilla, qué gozada...vuelvo a captar el instante, el momento, como un cuadro impresionista se refleja en mi  pupila. 


Continuamos  y llegamos al camino recientemente abierto, pues antes era un sendero casi intransitable para uso ganadero, y enseguida topamos con una fuerte pendiente bastante exigente, se trata del camino Valdecolmenares, iniciamos la subida al alto del "Angliru Chico" -así le hemos bautizado- cada uno a su ritmo, el Maestre se descuelga mientras pierde de vista a la cabeza, pero con tesón y sufriemiento "pedal a pedal" consigue coronar, esta vez sin empujón a lo gran campeón. En la cima nos reagrupamos, descansamos y nos alimentamos, es el momento del avituallamiento, la charla y el contento. Tras la pausa, retomamos la marcha, nos dirigimos a Segurilla, ahora tomo la delantera, me distancio, paro, dejo la bicicleta a un lado y con la cámara en la mano capto la aproximación de la escuadra que avanza entre los muros pétreos del camino, enlucidos con las cabezuelas amarillas de las margaritas y las corolas rojas de las amapolas. 


Atrás dejamos la localidad de Segurilla y por el camino de Mejorada circulamos, en ella nos adentramos y delante de la estatua del ingenioso hidalgo Don Quijote de La Mancha posamos para fotografiarnos, como caballeros andantes que recorren sus preciadas tierras a lomos de sus burricletas...Y ponemos rumbo a Gamonal , pero antes de arribar, nuestro caballero Cristóbal considera que ha sido corta y asume un nuevo reto, a lo "Ironman" continuará a San Román; por otro lado, los gamoninos a las puertas del bar se quedan y los veleños prosiguen con su empresa, alargan la ruta unos kilómetros más para redondear y completar (por el Carril de Las Mulas varias liebres nos saludan, después en el Camino Real de Los Veratos corretean los cerdos no los jabatos, en nuestra villa entramos y la meta alcanzamos). 

Distancia recorrida: 50 Km //Tiempo invertido: 4 horas//Calificación: idónea para el ocio y recreo.















































































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